Las islas del litoral peruano en la cosmovisión prehispánica

| 27 de julio de 2011

(Artículo adaptado de la ponencia brindada en el I Seminario de Turismo y Arqueología “Dr. Raúl Sotil Galindo”, realizado en la ciudad de Palpa-Ica del 3 al 5 de diciembre 2009. Organizado por ISTP Palpa-Río Grande)

Marco general y conceptual

En su obra El Perú, el sabio Antonio Raimondi menciona que en el litoral peruano existen 30 islas, 54 islotes y algunas rocas. Todas carecen de agua dulce y consecuentemente son áridas, la mayor parte de ellas está cubierta de valiosos depósitos del estiércol de las aves marinas conocido como guano.

De todas las islas de nuestro litoral, San Lorenzo es la de mayores dimensiones, posee un amplio registro de evidencias arqueológicas e históricas y es la única que cuenta con investigaciones arqueológicas sistemáticas, que incluyen prospecciones y excavaciones autorizadas por el Instituto Nacional de Cultura (hoy parte del Ministerio de Cultura).

Una de las interrogantes que surgió a partir de la investigación arqueológica e histórica de la isla San Lorenzo por parte del Proyecto Arqueológico Isla San Lorenzo fue respecto a la significancia de las islas del litoral peruano en el contexto prehispánico.

Para responder esta pregunta, se cuenta dos enfoques complementarios. El primero referido a las evidencias arqueológicas encontradas en sus territorios, así como a la representación de éstas en la cultura material de los pueblos prehispánicos, principalmente en la iconografía. El segundo, basado en las referencias escritas en las crónicas y manuscritos coloniales, donde se narran mitos y costumbres ancestrales de los pueblos prehispánicos, vinculados con el mar y las islas.

Mapa de las islas del litoral peruano (Alayza y Paz Soldán 1951)

Las evidencias arqueológicas recuperadas en las islas de nuestro litoral, principalmente provienen de la época de la explotación del guano durante la segunda mitad del siglo XIX; es decir, corresponden a descubrimientos circunstanciales, no enmarcados en una investigación arqueológica sistemática. Esto representa una gran limitación porque no se cuentan con los registros arqueológicos de los contextos y sus asociaciones, simplemente son un listado de objetos y restos humanos. La principal fuente de referencia es el artículo de George Kubler (1948) donde se presentan y describen una serie de objetos provenientes de las islas de nuestro litoral, recuperados durante la segunda mitad del siglo XIX. El artículo de E. George Squier (1872) presenta algunos objetos de metal y madera provenientes de las islas de Chincha y Guañape. En el artículo de Manuel González de la Rosa (1908) se describen los datos consignados por los gobernadores de las islas de nuestro litoral, en base a preguntas que les hizo a los mencionados señores durante los años 1869 y 1872, como parte de sus estudios históricos respecto a la antigüedad de la civilización peruana, González de la Rosa pensaba que para responder esa interrogante era importante indagar en los hallazgos realizados bajo las capas de guano de las islas, debido a que éstas necesitaron de muchos siglos para cubrir los objetos encontrados inclusive a más de 30 metros de profundidad. Otra fuente de referencia es el libro por Luis Alayza y Paz Soldán (1951), el mismo que incluye los testimonios brindados por Luis Gamarra Dulanto, ingeniero técnico de la Compañía Administradora del Guano.

Entre los objetos o artefactos recuperados en las islas tenemos: utensilios de madera (bastones de chonta), representaciones talladas en madera de personajes en cuclillas con los brazos cruzados en el pecho o con las manos amarradas en la espalda, representaciones de vasijas de cerámica con representaciones de aves y otras figuras, tejidos de algodón, canaletes o guares de madera talladas con representaciones de peces, vasijas de oro y plata, máscaras de oro y laminillas de metal (plata y oro) algunas con representaciones de peces. Así mismo, se menciona restos humanos decapitados. Interesante es la descripción de uno de los hallazgos registrados en las islas de Chincha en el año 1867, el que consistió en el cuerpo de un individuo decapitado, sobre el que colocaron ocho laminas de plata repujada con representaciones de peces de diferentes especies y laminillas de oro cubriendo el pecho y las costillas, el cráneo de este individuo fue encontrado a cierta distancia del esqueleto (Gonzales, ibíd.).

Las representaciones iconográficas en la cultura material de las diferentes culturas prehispánicas relacionadas con el mar y su simbología, la pesca y los recursos hidrobiológicos son amplias y se encuentran en diversos soportes como vasijas cerámicas, objetos tallados en madera, textiles y vestimentas rituales, murales y frisos de los templos, diversos objetos rituales de madera, de metal y líticos. Por el contrario, las representaciones vinculadas con el tema de las islas son en menor número y en la mayoría de los casos son de manera indirecta, dificultando la interpretación sobre el tema. En la iconografía de la cerámica Mochica encontramos representaciones referidas a las islas. En el libro Iconografía Mochica (Hocquenghem 1987) se menciona que las islas están relacionadas con escenas donde se observa un templo, un “chamán”, escenas de cazas de lobos utilizando grandes porras con un extremo redondo y el otro aguzado (similares a la descripción de los bastones de chonta registrados en la isla de Macabí por la autoridades guaneras) y algunos objetos de cerámica probablemente con ofrendas al interior. Por otro lado, en las islas Macabí y Lobos se encontraron, durante el siglo XIX, objetos con representaciones talladas en madera donde se observan personajes desnudos y atados, a manera de “prisioneros” o víctimas llevadas para ser sacrificadas en las islas. Los especialistas en la cultura mochica manifiestan que definitivamente existe una relación directa del mar con una divinidad femenina y la luna; además, de acuerdo con las representaciones iconográficas, se realizaban sacrificios humanos en las islas (Ulla Holmquist, comunicación personal).

Representación escultórica de caza ritual de lobos en las islas. Cultura Mochica. (Cortesía Museo Larco - Lima Perú).

La evidencia de la cultura material prehispánica recuperada en las islas de nuestro litoral, necesita ser complementada con la información proporcionada por las fuentes escritas coloniales, lo que permite darles coherencia, hacer mejores inferencias y postular interpretaciones adecuadas.

Al respecto, en su tratado sobre extirpación de idolatrías, el sacerdote jesuita Arriaga (1621), menciona que los pueblos costeños creían que las almas de los difuntos iban a las islas guaneras y que eran conducidas por los lobos marinos. De acuerdo con la cosmovisión prehispánica de los pobladores del litoral, las islas fueron consideradas huacas o lugares sagrados donde residían las almas de los difuntos.

Un dato aportado por el sacerdote agustino Calancha (1638) en su crónica moralizadora refiere que los costeños prehispánicos ofrecían anualmente a las islas, entre otras cosas, “ojas” de plata. Estas hojas de plata corresponden probablemente con las laminillas de metal con representaciones de peces mencionadas por González de la Rosa en el artículo referido en la presente introducción.

El mito de Cuniraya y Cavillaca, narrado por Francisco de Ávila (1608) en su manuscrito sobre Huarochirí, cuenta que la princesa Cavillaca con su hijo en brazos huyendo de Cuniraya, penetra en el mar y se convierte junto con su hijo en las islas que están al frente del sitio arqueológico de Pachacamac en Lurín. El mito de Vichama, narrado por el padre Calancha cuenta que algunos de los curacas y caiques de Végueta, en el valle de Huaura, fueron convertidos en piedras y puestos en el mar como islas y peñones, adorándolos como divinidades y ofreciéndoles cada año hojas de plata y chicha. Coincido con la propuesta de María Rostworoski (1998) donde refiere que para los antiguos pobladores de la costa, las islas representaron personajes encantados, señores y divinidades bajo un aspecto rocoso y áspero; así mismo, al igual que las piedras sacralizadas presentes en todo el ámbito andino, son semejantes a las divinidades presentes en los cerros nevados de la cordillera de los andes, las islas encarnaban a seres tutelares a quienes se les ofrecía sacrificios variados, incluidos los humanos.

Otro aspecto relacionado con las islas, durante la época prehispánica, fue la explotación de los recursos hidrobiológicos presentes en sus territorios, de todos ellos probablemente el más importante fue el estiércol de las aves marinas conocido como guano de las islas, utilizado como fertilizante en sus cultivos, conforme lo narra el inca Garcilaso de la Vega (1609) en Los Comentarios Reales. Asimismo, los sacerdotes Arriaga (ibíd.) y Calancha (ibíd.) cuentan que los pobladores costeños adoraban a Huamancántac, considerada la divinidad del guano, a la que luego de ayuno antes y después de la extracción del guano, realizaban ofertorios con bailes, cantos y chicha.

El Proyecto Arqueológico Isla San Lorenzo

La isla San Lorenzo, ubicada frente al litoral limeño, constituye un territorio de encuentros donde confluyeron por diversos motivos y a lo largo del tiempo variadas poblaciones. Sus caletas y playas guardan el testimonio de importantes acontecimientos ocurridos en nuestra historia nacional, por lo que representa una ventana hacia el pasado

Las primeras investigaciones arqueológicas en la isla fueron realizadas por el científico alemán Max Uhle durante los años 1906 y 1907, concentrándose en la ocupación prehispánica, recuperando gran cantidad de vasijas de cerámica, objetos metálicos, prendas textiles y especímenes orgánicos, la colección recuperada por este investigador se guarda en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. Posteriormente, en el año de 1974 por encargo del INC, el Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú (IRA-PUC) realizó el catastro arqueológico del valle del Rímac, donde se incluyó recorridos en la isla. En 1978, Marcela Ríos y Enrique Retamozo realizaron el estudio de los objetos de metal de la colección recuperada por Uhle en la isla. En 1995, Johny Isla estudia algunos objetos cerámicos de dicha colección.

La Marina de Guerra del Perú a través de la Dirección de Intereses Marítimos e Información impulsó la investigación de la isla desde el año 1995, fecha en la que constituyó un comité de trabajo para la recuperación del patrimonio científico, histórico y arqueológico de la isla. Las investigaciones promovidas por la Marina de Guerra pueden ser divididas en dos grandes etapas. La primera abarcó desde el año 1995 hasta el año 2000, etapa que se enfocó principalmente en la recopilación de fuentes bibliográficas conocidas y concluyó con la prospección arqueológica de la isla, encargada por convenio al IRA-PUC, la prospección estuvo bajo la responsabilidad de la doctora Mercedes Cárdenas Martin. Luego del reconocimiento sistemático era necesario continuar con una segunda etapa en la investigación científica de la isla, por lo que en el año 2003 nació el Proyecto Arqueológico Isla San Lorenzo (PAISL), cuyo objetivo principal fue realizar las excavaciones científicas en el cementerio republicano de caleta Panteón y en el cementerio prehispánico de caleta de La Cruz, así como de realizar reconocimientos arqueológicos complementarios en toda la isla. En esta segunda etapa, se realizaron dos temporadas de trabajo de campo (2003 y 2004). Muchos son los temas de investigación que surgen a partir de los resultados del proyecto, si poco era lo que se conocía de la ocupación prehispánica, mayor era el desconocimiento de las evidencias arqueológicas para los períodos históricos del desarrollo cultural, desde la Colonia hasta la República. La investigación histórica es limitada y poco es lo que se conoce de documentación escrita para la isla San Lorenzo, por lo que el dato arqueológico constituye la primera y principal fuente de información para elaborar un diagnóstico de las diferentes ocupaciones humanas en la isla.

Pez tallado en piedra (¿turquesa?) encontrado como ofrenda ritual al interior de estructura prehispánica en Caleta Gaviotas (Isla San Lorenzo).

Lamina de metal con representación de pez encontrado en las faldas del Cerro Encantado (Isla San Lorenzo).

La historia cultural de la isla se remonta a los tiempos prehispánicos, principalmente a la etapa final del Intermedio Tardío y durante el Horizonte Tardío de nuestra cronología, comprendida entre los siglos XIV y XVI d.C., cumpliendo funciones rituales y económicas.

Durante la Colonia, con la extirpación de idolatrías, la isla perdió la función ritual pero conservó la económica, principalmente orientada a la explotación de canteras, con la extracción de piedras para la construcción de obras en Lima y el Callao. Debido a su ubicación estratégica con relación al Callao, también cumplió funciones de seguridad, se establecieron depósitos de explosivos, presidios y un puesto de vigía.

Muchas de las actividades llevadas a cabo durante la colonia continuaron en tiempos republicanos pero a mayor escala, especialmente la existencia de presidios y la explotación de canteras acompañada con denuncios mineros. A partir de la primera mitad del siglo XIX, la isla empezó a cumplir funciones de salubridad e higiene pública con la implementación de una estación de cuarentena asociada a la intensa actividad portuaria del Callao que caracterizó ese siglo. Una actividad económica que cobró mucha fuerza a mediados del siglo XIX fue la explotación del guano de las islas, aunque San Lorenzo no fue una isla por excelencia guanera. El auge de la actividad portuaria del Callao, principalmente durante la segunda mitad del siglo XIX, determinó que en la isla se desarrollara un complejo industrial destinado a satisfacer las necesidades ocasionadas por el intensivo movimiento naviero.

La presencia de la Armada Peruana se intensificó a partir de la primera década del siglo XX, alcanzando notable presencia con la inauguración de la Base Naval San Lorenzo en 1926 durante el segundo gobierno de Augusto B. Leguía. Desde entonces, a lo largo del siglo XX y en la actualidad, la isla cumple funciones militares de seguridad nacional.

Los resultados de las investigaciones del Proyecto Arqueológico Isla San Lorenzo representan un aporte para establecer las bases en el conocimiento científico del desarrollo arqueológico e histórico de lo ocurrido en la isla. Gracias a la investigación que realiza el proyecto se está escribiendo la verdadera historia cultural de la isla, basada en criterios objetivos fehacientemente comprobados. Tarea que se desarrolla gracias al estudio y análisis crítico de todas las investigaciones arqueológicas e históricas realizadas con anterioridad al proyecto.

Ofrendas propiciatorias para “fertilidad marina” al interior de estructura prehispánica en Caleta Gaviotas (Isla San Lorenzo). Contiene fragmentos de spondylus, chaquiras (concha y piedra) y laminillas de metal.

Ofrendas propiciatorias: fragmentos de spondylus, laminillas de metal, cuentas de piedra y fragmento de piedra de color azul, encontrados al interior de estructura prehispánica en Caleta Gaviotas.

Balance Final

Las islas en tiempos prehispánicos representaron espacios sagrados y de importancia económica, además conformaban una unidad con la parte continental del litoral. Se necesitan mayores estudios iconográficos que permitan profundizar el significado de las islas para las épocas prehispánicas anteriores al Intermedio Tardío de nuestra cronología cultural, las fuentes escritas son útiles principalmente para el Horizonte Tardío y la parte final del Intermedio Tardío. Asimismo, se requieren de investigaciones arqueológicas en las islas de nuestro litoral a fin de obtener información registrada en el marco de trabajos científicos que puedan ser contrastadas con las fuentes iconográficas y documentales.

Bibliografía

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Cerro Azul: arqueología, ecología y algo más (Parte II)

| 28 de julio de 2010

La ecología del litoral de Cerro Azul: al amparo del Centinela y El Fraile

Los cerros Centinela y El Fraile representan los principales hitos geográficos para la zona de Cerro Azul y sirvieron desde antiguo como puntos referenciales en los derroteros coloniales del siglo XVIII.

“(…) La barca cuando fuere a tierra ha de ir por fuera del farallón que llaman El Fraile, y llegar donde está la cruz de más adentro; se ha de dar fondo en 9 brazas teniendo el Fraile al SE. La seña de este puerto es un morro (Centinela) donde bate la mar y tiene encima una fortaleza que blanquea de mar en fuera. (…)” (Hurtado de Mendoza, 1730/1993).

Ubicación de Cañete con la referencia del farallón El Fraile. (Tomado del derrotero del capitán Hurtado de Mendoza 1730/1993)

En la página web del municipio distrital de Cerro Azul se encuentra la leyenda que explica el origen del nombre del cerro El Fraile. Cuenta la narración, que a raíz del terremoto de 1678, la población de Cañete inició un éxodo hacia zonas más seguras, pero los misioneros franciscanos que guardaban los tesoros acumulados producto de las donaciones de los fieles a la iglesia católica no se fueron de la villa, ellos enviaban diariamente al puerto de Cerro Azul a un fraile para que desde la cima de un cerro cercano al mar, pueda observar y advertir la llegada de piratas o corsarios con intenciones de apropiarse de dichos tesoros. Un día que el fraile se disponía a colocarse en su atalaya, dio un mal paso y resbaló, precipitándose hacia el mar, donde pereció. Desde entonces a dicha zona se le conoce como punta El Fraile. Al pie de la mencionada punta, se encuentran unas peñas cuyas siluetas vistas desde el mar asemejan a un fraile con el brazo levantado tratando de hacer señas de aviso. Cuando estas peñas se miran desde la orilla de la playa, la impresión es la de una tortuga al pie de una peña grande donde reposa un ave (falcónida o vultúrido) avistando el horizonte.

Peñas al pie del cerro El Fraile, con la apariencia de un ave reposando en una roca y una tortuga.

El mar que baña las playas de Cerro Azul, es el mar frío de la Corriente Peruana (antes llamada Corriente de Humboldt), estas aguas son un medio sumamente favorable para la vida marina, por la gran cantidad de plancton (fitoplancton y zooplancton) que contiene, el cual es la base de la cadena alimenticia de la ecorregión marina del litoral del Perú. La gran cantidad de nutrientes del mar frío peruano permite sostener uno de los más grandes bancos de peces a nivel mundial. Así mismo, las playas de la localidad cuentan con los dos tipos de orillas, las rocosas ubicadas hacia el sur y las arenosas hacia el norte. Las orillas, los farallones y acantilados son zonas donde se puede apreciar gran cantidad de aves marinas y terrestres. Una gran número de aves que frecuentan el mar y el litoral de la ecorregión del mar frío son endémicas de la Corriente Peruana, también dentro de éstas se encuentran las llamadas aves guaneras, cuyo estiércol es un excelente abono ecológico de gran calidad y utilidad como fertilizante agrícola (Brack, 2004).

Al caminar por la extensa playa arenosa, en dirección hacia los cerros mencionados, se aprecian gran cantidad de aves como las gaviotas peruana, dominicana y gris, los ostreros común americano y negro, algunas garzas blancas chicas, entre otras.

Garza blanca chica (Egretta thula)

Ostreros comunes (Haematopus palliatus)

Cormoranes y pelicanos peruanos (Phalacrocorax olivaceus y Pelecanus thagus)

Piqueros peruanos (Sula variegata)

El espectáculo es mayor, al caminar por el borde de la cima de los cerros y observar los acantilados y farallones repletos de piqueros peruanos, zarcillos, pelícanos peruanos, cuervos marinos, chuitas y guanayes. Desde estos precipicios se aprecian las bandadas de piqueros alzar vuelo y lanzarse de manera vertiginosa al mar para capturar su alimento. Infaltables en esta zona de nuestro litoral son los gallinazos de cabeza roja, reposando sobre las rocas en la cima del Centinela o alimentándose de lobos marinos muertos varados por el mar en la playa pedregosa al sur de este cerro, a lo largo de la extensa orilla colindante con la gran explanada donde se encuentran los vestigios arqueológicos de las grandes construcciones Guarco descritas anteriormente. En esta orilla pedregosa también tuve la oportunidad de observar algunas garzas blancas chicas y a un grupo de escurridizos zarapitos trinadores, reconocibles a la distancia por su largo y delgado pico curvo. Desde la cima del acantilado de El Fraile pude apreciar en el mar a un grupo de delfines, cuales tritones o sirenas nadando y surcando las aguas del océano, sin reposo, en busca de su diario alimento.

Chuita (Phalacrocorax gaimardi)

Zarcillos (Larosterna inca)

Gallinazos de cabeza roja (Cathartes aura)

Zarapitos trinadores (Numenius phaeopus)

El corto tiempo de mi visita en la localidad sólo me permitió apreciar un poco de la ecorregión marina y específicamente algo de la avifauna marina, dejando de lado la fauna invertebrada (p. e. crustáceos) y los reptiles. Queda pendiente la visita a la ecorregión costera de la localidad, la cual es parte del desierto del Pacífico y que se compone de cuatro ambientes: el desierto propiamente dicho, las lomas costeras, los valles fluviales y los humedales (Brack, ibid.).

La fiesta de San Pedro y San Pablo: el día del Pescador

“(…) En el valle de Cañete, que antiguamente decían el Guarco, había innumerables indios pescadores, (…) y ellos por hacerle fiesta hicieron una pesca solemne de muchos millares de indios que en sus balsas entraron en la mar (…)” (Acosta, ibid.).

Del extracto de Acosta y del texto de Cobo (transcrito párrafos arriba) se infiere que la forma como celebraban sus solemnidades los antiguos pescadores de la sociedad Guarco era realizando pescas rituales en medio de mucho regocijo, las mismas que incluían no sólo la participación de gran cantidad de población en sus balsas, sino del uso de instrumentos musicales.

San Pedro en andas durante la procesión

Es lógico suponer que con la conquista española y la consecuente evangelización, la población aborigen adoptó la devoción a los santos de la Iglesia Católica, pero también mantuvo de manera solapada ciertas formas propias de su antigua ritualidad. Un pálido reflejo de estas grandes solemnidades paganas se vive en nuestros días en las localidades de pescadores, como es el caso de Cerro Azul, durante la fiesta de San Pedro y San Pablo, celebrada todos los 29 de Junio, específicamente al celebrar al primero de ellos, considerado como el Patrono de los pescadores.

En la procesión que se realiza a estos santos en el pueblo, se nota una diferenciación entre las imágenes de ambos, no sólo en la ubicación dentro del séquito sino también en el tamaño y parafernalia. La imagen de San Pedro marcha delante seguida por la de San Pablo, que resulta ser de menor dimensión; asimismo, la imagen de San Pedro se encuentra con mayor ornamentación, colocada en una barca en escala y llevada en un anda más grande y con mayor cantidad de arreglos florales.

San Pedro y San Pablo en el local gremial

Concluida la parte de la celebración netamente religiosa, es decir la procesión, ambas imágenes son llevadas hasta el local gremial de los pescadores en la playa, donde empieza una serie de homenajes, que incluyen discursos de las autoridades locales así como recitales. Luego, la imagen de San Pedro es puesta en una barca de pescador (tamaño real) ornamentada con globos de colores, la misma que es introducida en el mar y paseada en las aguas.

Como parte de la festividad, se realiza una competencia de remo entre equipos de pescadores, que incluye un corto recorrido de las embarcaciones en el mar y finaliza con la llegada de los participantes a la orilla, recibiendo el equipo ganador, la aclamación de todo el pueblo observante.

Durante el homenaje, posterior a la procesión, el pueblo participante congregado en torno a la imagen de los santos, se dedica a tomar cerveza y a comer los potajes locales, entre los que menciono el “seviche” (cebiche), la carapulcra y la sopa seca.

Guardando las diferencias de tiempo y significado, algunos aspectos de estas celebraciones actuales, hacen recordar el pasado andino, particularmente en lo relacionado al ambiente de regocijo representado en la bebida y comida, como también, en la competencia de remo entre los pescadores y el paseo en barca de la imagen de San Pedro en el mar.

Llegada del equipo ganador de la competencia de remo durante la celebración del día de San Pedro

Palabras finales

Factores humanos como excavaciones clandestinas antiguas, el avance urbano, el descuido por parte de las autoridades locales hacia su patrimonio cultural y natural (probablemente por falta de presupuesto y creatividad), el escaso interés de la población y sus líderes en el conocimiento de su historia cultural y el poco cuidado del medio ambiente, la poca presencia del Instituto Nacional de Cultura, así como factores naturales como el paso del tiempo, el intemperismo, el viento salino y los propios factores intrínsecos estructurales de los vestigios, entre otros, son las principales amenazas que enfrenta el patrimonio cultural y natural de Cerro Azul.

Muchas de las aves marinas observadas durante la visita en los cerros y farallones del puerto son especies que se encuentran en riesgo de acuerdo a la lista elaborada por el Instituto Nacional de Recursos Naturales-INRENA (hoy Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado-SERNANP), en base a las recomendaciones de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y de los Recursos Naturales-UICN, como el caso de las especies en peligro de extinción (chuita, pelícano peruano, piquero peruano y guanay), las especies vulnerables (zarcillo) y las casi amenazadas (cormorán, gaviota dominicana, ostrero común americano y ostrero negro) (Hudtwalcker, 2009).

Sólo la población organizada con el apoyo de sus líderes en trabajo conjunto con las autoridades locales y regionales, las entidades técnicas estatales y privadas y la empresa privada pueden proteger, conservar, difundir y poner en valor el valioso patrimonio presente en Cerro Azul. Los intelectuales, científicos y gente de buena voluntad que visitan la localidad, pero que no radican en ella, sólo pueden contribuir con ideas y conocimiento en beneficio de la comunidad.

No puedo concluir este artículo sin mencionar la cordialidad y el buen trato brindado por la gente de Cerro Azul durante los días que estuve allí, para ellos mi más sincero homenaje y esta pequeña contribución en la difusión de su valioso patrimonio.

Bibliografía

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Enlaces:

Cerro Azul: arqueología, ecología y algo más (Parte I)

| 27 de julio de 2010

El distrito de Cerro Azul se ubica a 132 Km al sur de la ciudad de Lima, es el puerto del litoral de la provincia de Cañete. La historia de Cerro Azul es amplia, en esta oportunidad me ocuparé principalmente de sus vestigios arqueológicos y de su ecología.

Su cercanía a la ciudad de Lima, hace de Cerro Azul un destino turístico de fácil acceso durante todo el año. Sus playas, cerros y farallones son lugares donde se puede observar la variada avifauna marina, impresionantes restos arqueológicos de la civilización Guarco y sobre todo, pasar momentos inolvidables en contacto directo con la naturaleza.

Lo primero que se aprecia al llegar a la extensa playa del puerto son el muelle y los cerros El Fraile y Centinela, los que representan el escenario donde se enmarca el presente artículo.

Vista del muelle de Cerro Azul y los cerros El Fraile y Centinela

Un poco de historia: el señorío de Guarco

Este señorío abarcaba la zona baja del valle de Cañete, limitando por el norte y sur con los desiertos vecinos que delimitaban los campos de cultivo, siendo los vestigios arqueológicos de Cerro Azul el límite norteño y el río Cañete el límite sureño. La frontera occidental la constituyó el mar y la oriental fueron las tierras fértiles que se extendían a la vera del canal principal de irrigación, llamado en tiempos modernos María Angola (Rostworoski, 1989).

Antiguo valle de Guarco, elaborado por Larrabure y Unanue (Tomado de Marcus, 2008)

Políticamente, los Guarco tenían frontera por el este con el señorío de Lunahuaná, el cual ocupaba el valle medio de Cañete; hacia el sur, se encontraba el señorío de Chincha y por el norte el señorío Ichma (Guzmán, 2004).

El sitio arqueológico de Cerro Azul es un gran asentamiento urbano compuesto de una serie de edificaciones variadas y representa uno de los principales complejos arquitectónicos en el valle de Cañete. Fue construido por la sociedad del señorío de Guarco durante el Periodo Intermedio Tardío (1100-1470 d.C.) y durante el Periodo Horizonte Tardío (1470-1532 d.C.) el sitio siguió funcionando como un núcleo estratégico de la administración incaica en la costa central del Perú. El asentamiento está organizado en tres sectores diferenciados: el primero, corresponde con estructuras de la época inca, ubicadas muy cerca del acantilado y sobre los cerros Centinela y El Fraile; el segundo compuesto por más de 12 conjuntos arquitectónicos preincaicos construidos en tapial y asentados entre la falda del cerro Camacho y la playa al sur del acantilado; finalmente, el tercer sector que corresponde con terrazas artificiales en las laderas oeste del cerro Camacho, en este sector se encuentran contextos funerarios y estructuras menores (Guzmán, ibid.).

Mapa del sitio arqueológico de Cerro Azul (Tomado de Marcus, 2008 y Guzmán, 2004)


En las crónicas de Cieza de León (1533/1985), Acosta (1590/1962), Garcilaso de la Vega (1609/1943) y de Cobo (1653/1964) se narra la lucha que sostuvieron los incas durante varios años para controlar el valle de Cañete y también se encuentra una descripción de la “fortaleza” de Guarco, ubicada en el cerro Centinela, mandada a construir por Pachacútec y terminada por Túpac Yupanqui.

“(…) Y que como los ingas viniesen conquistando y haciéndose señores de todo lo que vían, no queriendo estos naturales quedar por sus vasallos, (…) se mostraron tan valerosos que sostuvieron la guerra y la mantuvieron, (…) más tiempo de cuatro años, (…) después de haber los del Guarco y sus valedores hecho hasta lo último que pudieron, fueron vencidos y puestos en servidumbre del rey tirano (…). No embargante que por triunfo de su victoria mando edificar en un collado alto del valle la más agraciada y vistosa fortaleza que había en todo el reino del Perú, fundada sobre grandes losas cuadradas, y las portadas muy bien hechas y los recebimientos y patios grandes. De lo más alto desta casa real abajaba una escalera de piedra que llegaba hasta el mar; tanto, que las mismas ondas della baten en el edificio con tan grande ímpetu y fuerza, que pone grande admiración pensar como se pudo labrar de la manera tan prima y fuerte que tiene. Estaba en su tiempo esta fortaleza muy adornada de pinturas, y antiguamente había mucho tesoro en ellas de los reyes ingas. Todo el edificio desta fuerza, aunque es tanto como tengo dicho, y las piedras muy grandes, no se parece mezcla ni señal de cómo las piedras encajan unas en otras, y están tan apegadas que a mala vez se parece la juntura. Cuando este edificio se hizo dicen que, llegando a lo interior de la peña con sus picos y herramientas, hicieron concavidades, en las cuales, habiendo socavado, ponían encima grandes losas y piedras; de manera que con tal cimiento quedó el edificio tan fuerte. Y cierto, para ser obra hecha por estos indios, es digna de loor y que causa a los que la ven admiración; aunque está desierta y ruinada, se ve haber sido lo que dicen en lo pasado. Y donde es esta fortaleza y lo que ha quedado de la del Cuzco, me parece a mí que se debía mandar, so graves penas, que los españoles ni los indios no acabasen de deshacerlas, porque estos dos edificios son los que en todo el Perú parecen fuertes y más de ver, y aun, andando los tiempos, podrían aprovechar para algunos efetos. (…)” (Cieza de León, ibid.).

Inca Túpac Yupanqui (Tomado de Busto, 2007)

Restos de la “fortaleza” de Guarco (Estructura 3) en los acantilados del cerro Centinela, se puede apreciar la clásica mampostería inca

Otra vista de la mampostería inca de la “fortaleza” de Guarco

Durante fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, varios fueron los viajeros y estudiosos que realizaron descripciones y anotaciones sobre los restos arqueológicos del valle de Cañete, entre los que podemos mencionar a Squier, Middendorf, Larrabure y Unanue y el sacerdote Villar Córdova.

De todos ellos, deseo mencionar el testimonio de Larrabure y Unanue (1871), quien llamó la atención respecto al lamentable estado de conservación del “Monumento de Hervae” (nombre asignado por este estudioso a los vestigios arqueológicos de Cerro Azul) y de la amenaza a la que estaban expuestas sus magníficas construcciones por parte de los propios pobladores de la localidad en busca de tesoros supuestamente escondidos por los incas; asimismo, emplazó a las autoridades y en especial a las municipales, para que se dictasen las medidas pertinentes a fin de salvaguardar los vestigios culturales existentes. Este ilustre estadista, historiador, diplomático y escritor, percibió la importancia de la conservación, protección y difusión del patrimonio cultural como fuente del verdadero conocimiento de la historia cultural del antiguo Perú.

“(…) Seria muy conveniente que los hacendados de cañete tomasen interés en la conservación de estos vestigios de la antigüedad: creemos que las autoridades, y sobre todo los municipios, deben también dictar las medidas más oportunas á fin de que no se destruyan las importantes huacas de la provincia. Si hoy parecen inútiles; si hoy se mira con el mayor desprecio esos restos del antiguo esplendor del Perú, un día llegará en que los hombres estudiosos vayan allí á pasar sus mejores momentos, traduciendo en esos muros que se derrumban la historia de tres generaciones. (…) Es preciso no olvidar que la verdadera historia del Perú está escrita en sus numerosas huacas, solamente visitando y registrando estas podemos llegar á un conocimiento, más o menos exacto, de la industria, el comercio y la cultura de los antiguos peruanos. (…)” (Larrabure y Unanue, ibid.).

El primero en realizar excavaciones arqueológicas científicas en el sitio de Cerro Azul fue Alfred Kroeber alrededor del año 1925, de acuerdo con su mapa esquemático, el sitio se constituye de diez estructuras mayores (A-J), dos estructuras pequeñas y 13 quebradas (Marcus, 2008). Asignó las construcciones a su período “Cañete Tardío” (correspondiente con el Período Intermedio Tardío) y postula que no se trató de una ciudad sino de un centro ceremonial, donde la población de pescadores del señorío realizaba ritos vinculados con el mar (Rostworoski, ibid.).

Durante la década de 1980, Joyce Marcus realizó investigaciones con excavaciones arqueológicas sistemáticas en cuatro estructuras arquitectónicas en Cerro Azul (1, 3, D y 9). Las dos primeras (1 y 3) son del periodo de dominación inca (Horizonte Tardío) y tienen las características estilísticas de la arquitectura clásica inca, principalmente con relación al trabajo de mampostería y el diseño de hornacinas trapezoidales. Las dos restantes (D y 9) fueron edificadas por los Guarco (Intermedio Tardío) y luego reutilizadas por los incas (Guzmán, ibid.).

La Estructura 1 se ubica en el cerro El Fraile, corresponde con un edificio rectangular construido con adobes y los clásicos nichos trapezoidales incaicos, además de escaleras, rampas, muros de piedra en el acantilado y un mirador especial en las peñas ubicadas frente al mar. Su ubicación estratégica y arquitectura integrada en la naturaleza, sugieren que la estructura tuviera funciones de observatorio y control del tiempo, así como de realización de rituales mágico religiosos. La Estructura 3 se encuentra en el cerro Centinela, es una construcción de forma ovalada y su perímetro está conformado por basamentos de mampostería (sillar rosado de origen volcánico) de tipo almohadillado adheridos a la roca madre. Por sus características arquitectónicas, es probable que esta estructura corresponda con la descrita por Cieza de León. Las Estructuras D y 9 se encuentran en la parte central de la explanada entre las faldas del cerro Camacho y la playa al sur del acantilado (segundo sector del sitio arqueológico), se caracterizan por la recurrencia de recintos destinados al secado y almacenamiento de grandes cantidades de pescado. Estas estructuras tuvieron una función administrativa e indican la existencia de criterios de reciprocidad y redistribución vitales para celebrar actos rituales en los espacios públicos para lograr el ordenamiento equilibrado de la sociedad (Guzmán, ibid.).

Vestigios de la Estructura 1 ubicada en el cerro El Fraile, construida durante la dominación inca

Vista general del Sector 2 del sitio arqueológico

Plaza central  en el Sector 2 del sitio arqueológico

Entre los meses de febrero y octubre del año 2002, el arquitecto Miguel Guzmán realizó el levantamiento arquitectónico de la Estructura I, ubicada en la parte meridional del segundo sector del sitio arqueológico, sus investigaciones determinaron que esta estructura fue construida en tapial y está conformada por grandes plataformas superpuestas. Además realizó mediciones de carácter astronómico, que determinaron correspondencias con las constelaciones Cruz del Sur y Cola de Escorpio, ambas fueron importantes indicadores en el antiguo mundo andino para la determinación de los ciclos temporales y la instalación de calendarios rituales que establecían la reciprocidad con la naturaleza y la cohesión social. Aunque no realizó excavaciones arqueológicas, propone que la estructura tuvo función ceremonial y cronológicamente pertenece al Período Intermedio Tardío. Asimismo, Guzmán complementa los mapas esquemáticos del sitio presentados por Kroeber y Marcus (Marcus, ibid.), incluyendo tres estructuras adicionales (K, L y M). La Estructura M ubicada al oeste de la Estructura D y la Estructura L al norte de la Estructura J, estaban incluidas en el mapa esquemático de Marcus, pero no recibieron denominación por parte de esta investigadora. Finalmente la Estructura K, ubicada al sur de las Estructuras I y J, es una edificación que no había sido registrada anteriormente. De acuerdo con la propuesta de Guzmán, la Estructura K por estar ubicada en el extremo meridional del sitio, pudo ser el acceso al centro ceremonial y puerta de comunicación con el valle hacia el sur (Guzmán, ibid.).

Estructura E (Sector 2)

Estructura B (Sector 2)

Estructura I (Sector 2)

Por las fuentes escritas de los siglos XVI y XVII de nuestra era, se sabe que la conquista Inca del valle de Cañete fue un proceso que duró varios años y que concluyó cuando los ejércitos de Túpac Yupanqui, gracias a una estrategia propuesta por su coya Mama Ocllo, lograron controlar el sitio de Cerro Azul.

“(…) nombró el Inca por visitador de las provincias de la costa de la mar a un hermano suyo que se decía Apu Achache, hombre de mucho valor y consejo; el cual partió delante a entender su visita (…). Llegado el visitador al Guarco, la señora dél, que era viuda, se puso a impedirle la visita y que empadronase sus vasallos, diciendo que no había de consentir que el Inca señorease su estado. (…) El Inca, recebida esta nueva, se rió (…). La Coya entonces pidió al Inca que le diese licencia, que ella se profería de sujetarle aquella mujer sin que le costase un soldado; respondióle el Inca, que en hora buena, que hiciese lo que quisiese. Tomó a su cargo la Coya este negocio y despachó al visitador, dándole parte del camino donde pensaba guiarlo, y mandándole que dijesen a aquella cacica, cómo él tenía aviso del Inca y de la Coya que querían reservar toda aquella provincia para ella, y que en albricias le pidiese le mandase hacer una fiesta solemne en la mar.

La viuda, creyendo ser verdad la nueva que le dio el visitador, concedió lo que le pedía y mandó para cierto día que le señaló el mismo visitador, que todos los del pueblo saliesen a la mar en sus balsas a festejarle; lo cual todo se efectuó; y estando los indios en la mar con sus instrumentos músicos y mucho regocijo bien seguros de la cautela y engaño del visitador, entraron en el pueblo dos capitanes del Inca y se apoderaron dél; lo cual visto desde la mar por la cacica y sus vasallos, no tuvieron otro medio que rendirse. Prendieron los capitanes a la cacica y lleváronsela a presentar a la Coya.

Gastó el rey en esta visita cuatro años. Mandó acabar de edificar las fortalezas y palacios que en muchas partes estaban comenzadas y en otras hizo labrar muchas de nuevo. (…)” (Cobo, ibid.).

Luego de la conquista española del Tahuantinsuyo (1532 d.C.), el virrey Antonio Hurtado de Mendoza fundó la villa de Cañete, en el valle de Guarco, el 20 de abril de 1556. Cerro Azul se convirtió en el puerto de la villa y fue el primer puerto peruano defendido por una fortaleza (Busto, 1973). A partir de esa fecha, se inició el desmantelamiento de las construcciones incas, en especial de la esplendorosa “fortaleza” de Cerro Azul, sus piedras sirvieron para construir la iglesia de dicha villa y diversos monumentos de la ciudad de Los Reyes (nombre colonial de la ciudad de Lima).

Virrey Antonio Hurtado de Mendoza (Tomado de Guaman Poma de Ayala, 1613/2005)

En el nombre del Pueblo, en el nombre de la Patria o en el nombre de Dios

| 10 de mayo de 2010

En una colina a 400 m del antiguo cementerio de la isla San Lorenzo, siendo las 3:46 pm del 11 de mayo de 1932, concluía un triste acontecimiento de nuestra historia republicana contemporánea con el fusilamiento de ocho marineros, pertenecientes a la tripulación de los cruceros de guerra “Coronel Bolognesi” y “Almirante Grau”.
El presente artículo no es una crónica de dichos acontecimientos, tampoco es una apología de las acciones subversivas acontecidas, ni una condena a quienes en nombre de la patria o la ley sentenciaron a esos muchachos a la pena capital, así como tampoco una crítica a la actuación de la iglesia católica durante esos lamentables hecho. En tal sentido, se obviarán nombres y cargos, sólo pretendo llamar la atención ante un hecho histórico con la intención de que sirva de reflexión, para que no se repita la historia y nos ayude a crecer como peruanos.
Durante los trabajos de investigación del Proyecto Arqueológico Isla San Lorenzo en el año 2003, en la zona del cementerio republicano ubicado en la caleta Panteón, se encontró los restos de una “lápida” parcialmente destruida, elaborada con piedras y yeso, la misma que llevaba escrita en letras pintadas de negro sobre el fondo blanco:
Mayo 11 de 1932-Mártires

“Lápida” conmemorativa, elaborada con yeso y piedras, encontrada en el antiguo cementerio republicano en la caleta Panteón

Inscripción lateral en la “lápida” conmemorativa

Se desconoce la fecha en la que se elaboró y colocó dicha lápida, así como quienes fueron sus autores. Al presente, esta "lápida" se encuentra en los depósitos del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, en el distrito de Pueblo Libre.

El hecho histórico, acontecido en esa fecha, fue de conocimiento público y ampliamente narrado en las ediciones del diario El Comercio de ese año, asimismo, otros medios como la revista Variedades también presentó fotos con notas sobre este acontecimiento. Algunos años después, en 1938, el capellán que atendió a los marineros ejecutados escribió su testimonio sobre los hechos.

Comunicado oficial del gobierno peruano condenando el motín. El Comercio, edición del 8 de mayo de 1932

El Motín de Marinería, como fue denominado por la prensa, se inició la noche del sábado 7 de mayo de 1932 y fue debelado el domingo 8. La corte marcial para los detenidos se instaló el mismo domingo a las 3 pm y concluyó por la mañana del día miércoles 11 de mayo con la condena a muerte de ocho marineros, 14 sentenciados a 15 años, 12 sentenciados a 10 años y tres absueltos.


4.Base Naval de San Lorenzo, 1926


El escenario de todos los acontecimientos, desde la debelación del motín hasta la ejecución fueron las caletas Paraíso, Sanitaria y Panteón, ubicadas en el flanco de la isla San Lorenzo que mira al Callao.

En las instalaciones de la Base Naval, ubicada en la caleta Paraíso e inaugurada en setiembre de 1926 por el presidente Leguía, se realizó la corte marcial a todos los procesados. Los ocho presuntos cabecillas permanecieron hasta la espera de su sentencia en las instalaciones sanitarias, construidas durante el primer gobierno de Leguía y que sirvió como presidio político durante su segundo gobierno, en la caleta Sanitaria, ubicada aproximadamente a 3 Km al norte de la caleta Paraíso. El fusilamiento de los sentenciados a la pena capital se llevó a cabo en las inmediaciones del antiguo cementerio republicano ubicado en la caleta Panteón, contigua al sur de la caleta Sanitaria y separada de ésta por una pequeña colina.


Vista aérea oblicua de las caletas Sanitaria y Panteón

De acuerdo con la acusación fiscal, la finalidad del movimiento fue el derrocamiento del gobierno constitucional para llevar al poder al líder aprista Haya de la Torre; además según el fiscal, estos marineros durante su estadía en Panamá fueron convencidos por líderes apristas deportados en dicho país. Por lo tanto, según la lógica del fiscal, ellos eran parte de un movimiento “apro-comunista”.

El testimonio del capellán que asistió a los marineros es ilustrativo de esa situación tan patética y paradójica:

“…Los pobres muchachos, al encontrarse en mi presencia (expresaron)…Entonces, Padre, somos condenados era su primera exclamación al verme...Mi pobre amigo, había de contestarles, yo tampoco lo sévalor pues, es Ud. Cristiano, afronte su suerte con entereza, y reciba con fe y resignación los auxilios de la santa religión, de la religión de su infancia

…me adelanté hacia el Presidente del tribunal, ofreciendo mis servicios para obtener clemencia, si eso era dable. No, padre, venga, ya es hora de la justicia… Bustamante…sindicado como cabecilla del movimiento sedicioso…pronunció con fuerza las siguientes palabras: Por la Hostia sagrada que el Padre me ha dado esta mañana, juro que soy inocente…Intervine para sugerir a los pobres muchachos pensamientos de fe, de resignación, y de perdón; me agradecieron los infelices, y me abrazaron, diciéndome: Ud., Padre, es nuestro único amigo, en esta tierra…”


Marineros cabecillas del motín de marinería en el muelle de la Base Naval San Lorenzo, siendo trasladados hacia la caleta Sanitaria para esperar la sentencia de la corte marcial


Un hecho aparentemente contradictorio, entre la narración presentada por el diario El Comercio y el testimonio del padre capellán, es que según el diario en su edición del 12 de mayo afirma que los sentenciados “…No dejaron encargos…”; mientras que el capellán escribe lo siguiente, “…Antes de retirarse (los condenados) me encargaban sus últimas voluntades y me dictaban una carta para sus padres…”.

La respuesta a la contradicción entre las fuentes, es que el capellán debió guardar como secreto de confesión los encargos y las cartas dictadas por los condenados, motivo por el cual, la prensa desconoció dichos escritos.

Los marineros levantados lo hicieron en el nombre del pueblo, fueron sentenciados y condenados en el nombre de la patria y esperaron la muerte recibiendo el auxilio de la iglesia en el nombre de Dios.

El colofón de este trágico acontecimiento es que las convicciones políticas no pueden ser impuestas con violencia, los actos de rebeldía deben ser juzgados con justicia y las creencias religiosas no pueden ser alienantes.

La violencia sólo genera violencia y el perdón sincero genera la paz interior. Los hechos y errores del pasado no pueden ser cambiados, deben ser vistos de manera objetiva y sin apasionamiento. Para lograr un futuro promisorio se tiene que vivir un presente positivo y verdaderamente humano, buscando siempre el bienestar personal, familiar y comunitario.
Bibliografía.
1. Diario El Comercio, ediciones del 8 al 12 de mayo de 1932. Lima
2. Revista Variedades, edición del 14 de mayo de 1932. Lima
3. Cotte, Ernesto (1938). Veinticuatro horas en la isla San Lorenzo-Relato de un testigo presencial. Revista de la Universidad Católica, Nº 7, del 30 de junio de 1980. Lima
4. Hudtwalcker, José (2008). Las islas del Callao en los albores del siglo XX: apuntes para su historia. Revista de Marina, año 101, Nº 3. Lima.